Lámpara que funciona sólo con agua y sal
En muchos lugares del mundo el acceso a la electricidad, lejos de ser un bien básico, está considerado como un lujo. Es lo que ocurre en muchas islas del archipiélago de Filipinas, donde no cuentan con una infraestructura para este propósito. Se imponen soluciones alternativas a las que habitualmente se emplean para establecer iluminación artificial en los sitios poblados. Una ingeniera de Greenpeace ha propuesto utilizar una lámpara de agua y sal para mejorar la situación.
Filipinas es un archipiélago y los lugares donde no hay electricidad son islas, con lo que el agua y la sal están presentes en abundancia. De ahí que Aisa Mijeno, voluntaria e ingeniera de Greenpeace, ideara esta solución, con el fin de aprovechar los recursos naturales disponibles. Habitualmente los habitantes de estas islas utilizan lámparas de queroseno para alumbrar sus noches, pero este combustible no es beneficioso para la salud de los que están cerca ni para el medioambiente.
A la lámpara de agua y sal la han puesto un nombre fácil de recordar: SALt (Sustainable Alternative Lighting). Consta de una luz LED y una batería con una celda galvánica. En esta el electrolito, donde están presentes los electrodos, consiste en agua salada. De esta forma la luz puede funcionar durante ocho horas al día a lo largo de seis meses.
La energía que genera la lámpara de agua y sal también permite cargar un smartphone con un cable USB. Al cabo de los seis meses hay que reemplazar el ánodo. Pero en cualquier caso el invento sigue necesitando de menor mantenimiento que la iluminación por queroseno.
En Filipinas no es el único sitio donde se utilizan las lámparas de queroseno. Debido a la relativa facilidad para conseguir este destilado del petróleo, en muchos lugares sin acceso a la red eléctrica se emplea este tipo de combustible para iluminar artificialmente los hogares. Y son varias las alternativas que se han planteado a esta forma de iluminación.
En Kenia surgió el proyecto GravityLight, una lámpara que funciona gracias a la fuerza de la gravedad, sin necesidad de batería. Los creadores de este invento parten de la misma filosofía que ha seguido la ingeniera de Greenpeace. Se trata de aprovechar los recursos disponibles en abundancia. En este caso el recurso está en cualquier parte del mundo, pues solo consiste en un peso muerto: una bolsa de 12 kilos, rellena de arena o piedras, atada a un cordón de bolas. A medida que la bolsa baja poco a poco no deja de aportar energía a una luz LED.
Otro de los proyectos en marcha para desterrar las lámparas de queroseno es el que lleva a cabo una ONG en Paquistán, que ofrece a mujeres de aldeas remotas la posibilidad de distribuir lámparas solares. De esta forma se cede la gestión a la población local de estos dispositivos, que permiten seguir teniendo iluminación cuando se acaba el día.
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